lunes, 9 de junio de 2014

La verdadera historia de Caperucita roja

Me dice mi madre que vaya a ver a la abuela. Vaya rollo. Es que cada vez que me ve me da mil besos y además pincha. Lo malo es que sólo tengo doce años y tengo que obedecer siempre a mamá. ¿o no? Bueno, me pondré el ridículo gorro rojo que me ha hecho en el taller de “cose, cose”, donde las señoras sin oficio ni beneficio van a pasar el rato, e iré a ver al coñazo de la abuelita.

Vaya, un lobo. Parece medio lelo y además por un ojo yo creo que no ve nada. Y se dirige a mí, qué curioso. Un lobo que habla.

-¿A dónde vas, criaturita de Dios?

-A tí que te importa.

-¿No irás a ver a tu tierna abuelita?

-Pues sí, ya ves, haciendo familia.

-¿Y dónde vive tu adorable abuelita?

-Vaya, vaya, nos ha salido curiosón el lobo. Ya sabes que a la curiosidad se la comió el gato.

-Bueno, bueno, ¿no me dices entonces dónde vive?

-Ni de broma, anda ya. Me voy.

Y sigo mi camino tan pancha dejando a ese rarito lobo a mis espaldas.

Lo que no ve Caperucita Roja, que así se llamaba la niñata, es que el lobo la ha seguido sin que ella se diera cuenta y que por el camino donde ella va, a lo lejos, divisa la casa, sin duda de la abuelita. Corto ni perezoso, abre una ventana con intenciones torcidas cuando le detiene estupefacto la visión de la abuelita, con ochenta años, con el pelo blanquísimo, que le apunta con un rifle de caza:

-¿A dónde vas, Barrabás?

Y al terminar estas palabras, le dispara a quemarropa y destroza al lobo. Toda la habitación se llena de sangre lobuna. Caperucita, silvando  -“Fue mujer serena hasta en el instante de entregarse presta a sus amantes,  es tiempo de llanto, es tiempo de duda, de nostalgia y de su locura”- entra en la casa de la abuela y se hace una idea rápida de lo que ha pasado.

Cabreada, porque han matado al lobo con quien mantuvo recientemente una conversación, corta pero sustanciosa, saca su tirachinas y dispara a la abuelita en la cabeza, produciéndole una hemorragia interna que causa la muerte fulminante. Eso es lo que dirá el forense más tarde, “muerte fulminante”. Muerta de miedo por lo que ha hecho y pensando en la regañina de su madre, Caperucita se suicida tomándose unos barbitúricos que encuentra en el botiquín de la vieja.


Moraleja:

Las cosas no son como nos la han contado
Pues la realidad cotidiana es muy cutre
Y embellecer es oficio de artistas
De escritores, poetas, de ahí se nutre

Lo que nos parece hermoso de tu mente deja de lado.



1 comentario:

  1. jajajajajaja vaya vuelta de la realidad, me encanta Miguel Ángel.

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